martes, abril 09, 2024

Dos cuentos llenos de letras

 


El grupo Letras, del área de extensión de la Universidad Eafit, en Medellín, es un colectivo de personas que se reúne semanalmente a hablar sobre libros, a escribir, a compartir en torno a las letras. Hace unos años participé en varias de sus sesiones y hoy en día soy una más de las letras fantasmas que sigue acompañando, pero ahora desde la distancia. Con el apoyo de la Universidad, el Grupo Letras ha publicado una antología con algunos de los textos que ha venido escribiendo en los últimos años.

Cuento todo aquello porque he tenido la fortuna de ser invitado a participar con un par de textos. Con frecuencia, quienes me han escuchado en clases o conferencias hablando de origami, me han escuchado al plegar decir que “ahora sacamos el animal interior”. Este libro trata sobre animales, y cada autor hizo lo propio, dejando salir lo que llevaba adentro. También para escribir hay que dejar salir el animal que llevamos dentro. 

La otra buena noticia es que, por ser publicado por una editorial universitaria, el libro ha sido puesto a disposición de quien lo quiera leer de manera gratuita. Basta seguir el siguiente link.

Lo comparto aquí e invito a los lectores de estas soledades a darse una pasada y leer sus textos. Hay un poco de cada cosa y de cada cosa un poco más, desde poemas hasta textos cotidianos, pasando por lo fantástico; desde pulgas hasta gatos, y por supuesto pájaros. Mis aves, precisamente, los esperan en las páginas 30 y 111, números bonitos esos cuyas cifras suman 3.

A letras, y particularmente a su director Daniel Bravo, 3 veces gracias.

viernes, enero 12, 2024

Murciélago

Era lunes y desperté con ganas de plegar. El día pasó vacío, como algunas veces, y dio camino a la noche. Me metí a la cama con la misma inquietud de la mañana y pensé que era un indicador. 

Veremos que pasa dije, invocando a los dioses del sueño nocturno. 

Era martes y me temblaban los dedos, así que tomé una hoja y me pregunté si aún recordaría cómo doblar. El primer pliegue llevó al segundo, el segundo al tercero, el tercero al cuarto. La secuencia salió completa, desde el primer doblez hasta el último. Sólo un par de líneas dudaban de su proporción.

Me acosté mirando aquella criatura que me devolvía la mirada. Desperté en miércoles y decidí ponerla sobre un papel (otro distinto, claro). El lápiz trastabillaba con la hoja; lo que en mis dedos había fluido como río aquí chocaba como ola. 

Un dibujo, sólo un dibujo más , insistía.

Desperté en jueves, en viernes, en sábado, en algún día hasta que perdí la cuenta. El murciélago todavía estaba allí, como en un cuento breve de Monterroso, y los dibujos, aunque me costara creerlo, también se mantenían. Dejé de contar los días y me puse a enumerar los pasos (los míos y los del dibujo). Por fin escribí el último número, el que cierra, el que termina. Tomé otra hoja y escribí estas palabras. 

Desperté en la noche y descubrí que el murciélago, las hojas, los pliegues y los dibujos se habían ido volando.